Esta es la imagen que dejé atrás el lunes pasado cuando iba a trabajar. Desde que empecé en la oficina pensaba que sería genial cuando llegase la primavera y no tuviese que entrar a trabajar antes de que hubiese salido el Sol.
Ahora que amanece antes y que cuando llego a la oficina ya es casi de día me doy cuenta del error. Efectivamente era deprimente entrar en un edificio a currar cuando aún era de noche y salir de él ya al mediodía. Pero más deprimente es entrar cuando ya ha amanecido porque no puedes evitar pensaren la de cosas que podrías hacer ahí afuera.
Además, justo antes del alba es la hora más fría y entrar en el edificio con la calefacción a tope era un gustazo. Ahora resulta mucho más incómodo.
sábado, febrero 24, 2007
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