en ese video no hay ni una sola mentira, todo es verdad, y dentro de cuatro, cinco o seis años, nos acordaremos gracias a este documental de lo que paso ese día, porque a algunos ya se les ha olvidado.
No se referirá a mi con eso de haber olvidado la historia. Cuando me hablan del año 34 puedo albergar dudas y si me dicen que Primo de Rivera era un hombre inteligente puedo creerlo, básicamente porque yo no estaba allí. Pero el 11 de marzo de 2003 y los días siguentes sí fui, con mis recién cumplidos 26 años, testigo de la historia.
Y no la olvidaré ni permitiré que nadie la olvide. Ningún hijo de puta me dirá que lloré manipulado por el PSOE ni que la bilis de la que me llenaban los insultos de Zaplana era culpa de Izquierda Unida.
No tengo la fuerza de la FAES para dejar mi huella en los libros de historia, pero entre todos podemos dejar constancia de lo que realmente pasó, para que dentro de 26 años ningún joven tenga dudas de lo que pasó. Con esta intención voy a narrar brevemente cómo viví la mañana del atentado.
Estaba en clase de Sistemas Operativos, clase coñazo en la que el profesor nos tortura durante dos horas ininterrumpidas con sus transparencias. De pronto entra un chaval de delegación de alumnos y se dirige hacia la tarima. Le dice algo al profesor y se marcha. El profesor nos comunica que se ha producido el atentado en Madrid, que han muerto varias decenas de personas y que se ha convocado una manifestación silenciosa en el rectorado. Las clases se interrumpen y nos ponemos en marcha hacia la antigua fábrica de tabaco (el actual rectorado de la universidad).
Por el camino nadie dudaba de la autoría de la matanza: esta vez ETA se había pasado, la sociedad tenía que reaccionar de una vez y acabar con la banda asesina. También comentábamos en privado y sin preocuparnos por la "corrección política" que este golpe favorecía al PP en las inminentes elecciones. Alguien comentó que a ETA le interesaba que hubiese un partido intransigente en el poder para poder ir de víctima y hacer de mártir.
Muy pocas horas después llegó la sorpresa. Rumores de que los autores eran terroristas islámicos nos dejaron a todos atónitos. Pero tenía sentido. Algo dentro de las tripas nos decía que podía ser cierto y queríamos saber si lo era o no. El presidente del momento (el que hablaba catalán en la intimidad y corría un millón de kilómetros en diez segundos con los pies subidos en la mesita de Bush) nos decía que no que no y que no. Que era ETA y no había ninguna duda. Corrección señor Ánsar: la duda haberla habíala, otra historia es que su cerebro esquizofrénico no la albergase.
Desde las esferas políticas los siguentes días fueron un toma y daca de acusaciones. Tanto unos como otros trataron de arrimar el ascua a su sardina para ganar un puñado de votos. En cualquier caso era evidente que Ánsar tenía muchísimo que perder si prosperaba la cada vez más plausible teoría islámica, y esto le hacía sospechoso de estar mintiendo otra vez. En cambio no parecía creíble que el PSOE se estuviese inventando todo aquello (y no digo que no dijesen otras mentiras).
El PP se enquistó en la autoría de ETA por miedo a la derrota electoral y la presión hizo mella hasta el punto de que Zaplana llamase miserables a quienes decían la verdad por el hecho de decirla
13.32 horas: Comparece Acebes y tilda de "miserables" a quienes pongan en duda la autoría de ETA.
Dos días después todo el mundo -y me refiero al planeta entero- sabía o sospechaba fehacientemente que los asesinos rezaban a Alah. ¿Todos? No, un irreducible reducto del PP se resiste ahora y siempre a la verdad. (Lo que me hace pensar que Ánsar se debió caer en la marmita cuando era pequeño).
Ánsar trató de evitar que se supiese la verdad. Para ello no escatimó insultos, mentiras y tejemanejes diplomáticos. Por eso cayó en el pozo de cieno del que todavía se afana en salir. Pero es un pozo de arenas movedizas, mientras más miente más se hunde. ¡Y nosotros que lo veamos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario