Una mujer trata su vestuario con fervor religioso y a la vez con método científico. ¿Alguna vez habeis intentado comprender la forma en que está ordenado su armario?
A veces pienso que usan un algoritmo cuántico que escapa a la compresión del cerebro masculino. Nuestro cerebro, dedicado a la ordenación de ropa, funciona de forma sencilla: aquí la ropa interior, aquí la ropa que cae por debajo de la cintura y aquí la que se lleva por encima de la misma. Un hombre más concienzudo puede clasificarla por temporadas (el año, por supuesto, sólo tiene dos temporadas) y un metrosexual podría llegar a mantener los colores separados. Pero nada de esto tiene sentido en el armario de una mujer.
Ella: Cariño, guárdame esta falda haz el favor.
Tú: (Ay, ya empezamos) Claro, mi vida.
Vas al armario, abres la puerta y:
Ella: Cariño ¿qué haces?
Tú: Guardar tu falda, cielito.
Ella: ¿Y se puede saber dónde la vas a guardar?
Tú señalas la otra puerta del armario y dices:
Tú: ¿Allí?
Ella: Claro mi amor (y te lanza una sonrisa que te hiela la sangre).
Abres la otra puerta del armario y efectivamente allí están las faldas colgadas de las perchas y las minifaldas dobladas en estantes. ¿Cuántas faldas tendrá? Hace dos días te dijo que no tenía nada para la cena con tus padres. Tu instinto felino toma el control y empiezas a contarlas con el dedo.
Ella: Mi vida ¿qué haces?
Tú: (¡La cagamos!) Nada, es que había una pelusa... pero ya se la he quitado.
Y ahora viene la parte difícil. Ya has captado que las faldas largas hay que colgarlas y las cortitas doblarlas por la mitad. Pero esta falda no parece ni larga ni corta. Miras de reojo a tu novia, está de espaldas abrochándose el pantalón y aprovechas. Doblas la falda, la pones por ahí y cierras la puerta.
Ella: ¿Ya? No la habrás puesto con la marrón estampada.
Tú: No sé (gilipollas ¿cuándo vas a aprender a mentir?).
Ella: (Mirada gélida).
Tú: Ahora lo miro, mi vida.
Miras el armario y respondes:
Tú: No cari, está encima de la verde (¡maldita sea!, demasiada información, bastaba un "no").
Ella: Pues ya la estás quitando de ahí y la pones con la vaquera nueva.
Esto es estupendo porque no ves ninguna falda vaquera, ni nueva ni vieja. Tratas de evitar otra bronca por lo que te esmeras en buscarla peeero:
Ella: ¡Que me las vas a arrugar animal! La vaquera está debajo de la de flores.
Claro, en cada percha hay más de una falda y la vaquera tenía que estar escondida. Para colmo de males estás viendo dos faldas de flores, una en la percha y otra en el estante. Ya no te atreves a tocar ninguna y te preguntas por qué una falda como esta tiene que estar, precisamente, junto a la vaquera y la de flores. Permaneces 2 minutos inmóvil, incapaz de retomar el control de tu cuerpo, hasta que ella exclama:
Ella: Trae aquí, inútil.
Y ella misma cuelga la puta falda donde le correspondía.