Recuerdo haber leído en Gibbon que se discutió en el Senado romano la posibilidad de uniformar a los esclavos. Al final, decidieron que era demasiado peligroso porque si llevaban uniforme, ellos mismos se darían cuenta de cuántos eran: acabarían rebelándose. En mi opinión, eso es el low cost: no somos unos desgraciados, tenemos nuestro móvil, nuestra pantalla de plasma, muebles de Ikea y ropa de Zara. Los bancos, esos filántropos, nos ayudan a comprar una casa, un coche o un ordenador. ¿Qué más queremos? ¿De qué nos quejamos? No somos esclavos: podemos ir vestidos como los ciudadanos libres.
Citando a Rafael Leig, vía Escolar.
Quizás deberíamos uniformarnos, no sé, un distintivo autoimpuesto, un pin, una banderola, un sombrero. Uno para los mileuristas. Otro para los pensionistas quinientouristas... Sería bonito pasear por la calle, ver el reconocimiento en tus iguales, sonreiros sabiendo que el cambio se está gestando... Es bonito soñar y creer que los esclavos tenemos voluntad para romper las cadenas.