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miércoles, julio 21, 2010

Cameo para Alatriste

... y un jienense rubicundo, barbudo y sonriente, de cráneo afeitado y fuertes brazos, que tenía por nombre Juan Eslava, y era notorio rufián de cantoneras sevillanas -vivía de cuatro o cinco, y las cuidaba como a hijas, o casi-, lo que justificaba su apodo, ganado en buena lid: el Galán de la Alameda.
El oro del rey, de Arturo Pérez-Reverte.

Un cameo inesperado de un antiguo profesor mío: Juan Eslava Galán. Quien, por cierto, contó el final de su libro más famoso -En busca del unicornio- en clase, aunque le pedí que no lo hiciese, y por eso no he leído aún nada suyo.

Actualización: "... el mulato Campuzano o la inmovilidad de Saramago el portugués, que leyó durante todo el viaje...". ¿Serán el torero [muleta] y el escritor portugués?

Unas líneas después Juan Eslava, "siempre de humor excelente", "detallaba a sus cofrades con todo lujo de detalles las propiedades propicias a la virilidad -probadas en él mismo, afirmaba- de la limadura de cuerno de rinoceronte". ¿Y no va de eso mismo el libro más conocido de Juan Eslava Galán?

Geniales estos guiños, pero ¡ay, cuántos más me estaré perdiendo!

domingo, agosto 16, 2009

Tu risa (Neruda)

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
tordicas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.


Pablo Neruda