Está pasando unos días en casa mi prima Cristina que tiene 6 años o algo así. Esto me ha servido para descubrir cuál es la diferencia entre ser un niño y no serlo.
Cuando ya no lo eres no se producen estos diálogos tan cándidos:
- ¿Cuántos añitos tienes?
- Umm, ehh, seiiis.
- ¡Anda! ¡Qué grande eres ya! ¿Y sabes leer y escribir?
- Ummm, ehh, síii.
- ¡Uy! ¡Qué listaaaa!
¿En qué momento se convirtió en: ?
- A ver mozo, ¿cuántos años tienes?
- Veinte y seis.
- Y todavía estudiando una carrera técnica... ¿no te da vergüenza?
Otra diferencia significativa la encuentras cuando te invitan a comer en casa de un familiar:
- ¿Te gustan las espinacas, Cristinita?
- Umm, nooo.
- Bueno, ¿qué quieres comer?
- No séeee.
- ¿Macarrones?
- Ummmm, no.
- ¿Una tortillita?
- (Agita la cabeza derecha-izquierda-derecha-izquierda).
- ¿Un ....
- ...
- etc.
Cuando ya tienes una edad esta situación se resume en:
- Esto es lo que hay y no me vengas con que no te entra por los ojos porque ya tienes muchos pelos en los huevos para esas milongas.
Otra diferencia la he notado al llevarla al parque. Se subía por las torres de metal. Luego bajaba. Se iba a la de enfrente y subía. Luego bajaba y volvía a la anterior. Parecía que el divertimento estaba en ir de un lado a otro. Sin importar el destino lo importante era el camino (ya lo decía Antonio Machado). Un adulto pocas veces va de un sitio a otro si no es porque va a ganar dinero, hay algo interesante que ver o va a estar más cómodo.
¡Ay, qué mal me está sentando deshacerme de mi complejo de Peter Pan!
lunes, enero 03, 2005
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