Es un hecho: la mayoría de las empresas que patentan licencias millonarias abandonan la innovación y acampan en el juzgado. Es igual que en el Monopoly: cuando has colocado cuatro hoteles en las calles de más valor ya no quieres seguir circulando, es mejor acabar en el trullo y cobrar peaje a todos los demás. Las ganancias ya no proceden de tu capacidad de innovar sino de coartar los avances de los que vienen detrás, convirtiendo el mercado del desarrollo en un campo de minas que, en última instancia, acaban explotando bajo los pies del consumidor en forma de productos deficientes o precios disparatados.
Marta Peirano, en Elástico.net, le da un buen repaso al nuevo negocio del futuro: la mercadería de ideas.
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